Música evocadora

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Paseando por la playa casi desierta
y sintiendo la fina arena bajo sus pies
Estaba atardeciendo,
el cielo se pintaba en tonos ocres y morados
la brisa acariciaba su cuerpo, movía su cabello
y empezaba a refrescar
Se sentó frente al mar
y miró el horizonte
Aquel aroma a salitre
y la cadencia de las olas que llegaban a la orilla
la sumieron en un dulce letargo
Cuando despertó
casi había anochecido
el sol se ahogaba en las oscuras aguas
y las luces del paseo marítimo ya estaban encendidas
Se levantó
sacudió sus ropas
y se dirigió hacia el mar
Comenzó a adentrarse
sintiendo el frío en su piel
la sal en su boca
Cerró los ojos y se hundió
se hundió durante segundos que parecieron eternos
Cuando sintió que ya no aguantaba más bajo la superficie
braceó con fuerza
hasta sacar la cabeza y respirar
cogiendo todo el aire que entró en sus pulmones
Calada hasta los huesos
comenzó a caminar sin rumbo
esperando un abrazo cálido que calmase el frío que la envolvía
Y siguió caminando, despacio
De pronto escuchó su nombre
y volvió la cabeza
sus ojos se empañaron y su corazón comenzó a latir con fuerza

-Nunca te faltarán unos brazos en los que cobijarte cuando sientas que el frío penetra hasta el alma

Y lloró,
apoyada en su hombro, lloró
durante largo rato, lloró
hasta que las lágrimas se secaron
hasta que la noche se volvió negra y las estrellas sembraron el cielo
hasta que la luna se miró en el espejo del mar

y hasta que el aria llega al final
y te despierta de ese letargo en el que te ha sumido

Nessum Dorma, de la ópera Turandot de Puccini, cantada por Andrea Bocelli