sábado, enero 19, 2008

Dos días en París


“No es fácil mantener una relación y mucho menos conocer a la otra persona y aceptarla tal como es, con sus defectos y su pasado. Siempre me ha fascinado cómo las personas pueden pasar de amarse locamente a no sentir absolutamente nada, es muy doloroso, aquí está… una más, una menos, otra historia de amor desperdiciada.
Llega un momento en la vida que no podemos recuperarnos de otra ruptura. Aunque esa persona nos fastidie el 60 % del tiempo, no podemos vivir sin ella, aunque se despierte todos los días estornudándonos en la cara, nos gustan más sus estornudos que los besos de cualquier otra persona”.

La vi hace ya un par de meses, una noche de esas en las que no entras en los planes de nadie y tienes que hacer marcha tú sola: Cena rápida en el McDonalds y directa al cine, entrada, palomitas y una butaca hacia el fondo de la sala. Me encantó. Me reí y me emocioné, cuando salí y desemboqué en la plaza me abroché bien el abrigo y caminé hacia casa recordando momentos puntuales de la historia: Marion a orillas del Sena, Jack caminando solo por París, ambos en el piso hablando de su relación una vez piensan que no tiene salvación posible... Pero acaba bien (estoy llenando esto de spoilers, lo sé y lo siento) y es que desde hace tiempo no me gusta pasear sobre arenas movedizas, pelearme contra la nada cósmica, ni darme golpes contra las paredes de un laberinto. Es absurdo, no merece la pena y ya me cansé de todo ello, por eso adoro que las historias terminen bien, que la felicidad sea duradera y en el caso de que no pueda ser así, al menos que los finales no estén bañados en lágrimas, y que no sean ni tristes ni dolorosos.

"Imagina que estás escribiendo una carta y que todo lo que estás contando en ella no te gusta una vez la relees, ¿qué haces, sigues adelante esperando enmendarla en algún momento o empiezas una nueva?"

Es una película para verla en compañía, está claro. Si "Los 300" los vi con mi mano entrelazada a otra mano (regalaría mi estantería llena de libros por volver a perderme en los ojos que me llenaron de vida aquellos días), ésta tendría que haberla visto del mismo modo y con más motivo, pero "c´est la vie" y al final te haces a la idea de que a día de hoy estás sola, si realmente te apetece hacer algo tienes que caminar sin esperar compañía porque nadie se va a mover por ti (ni contigo). Lo difícil es encontrar quien esté dispuesto a apoyarte contra viento y marea, a escucharte y mantenerse a tu lado pase lo que pase. Y es que al final todos necesitamos algo así, que cuando te vengas abajo sepas que con sólo un golpecito en el hombro vas a tener cerca a una persona dipuesta a socorrerte.

Anoche hablé, hablé, hablé... es de las cosas que más me gustan en este mundo, saber que al otro lado del teléfono o justo enfrente tengo a alguien que me está escuchando y está disfrutando de mi conversación y mi compañía. No me gusta sentirme cohibida, que no me dejen mostrarme tal como soy, ni ver que delante tengo a alguien que se cubre con una armadura de hierro forjado cada vez que se enfrenta a mí.

"Dos días en París" vienen a cuento porque me he pasado por Mientras Vivimos (la primera cita de dicha peli se la cojo prestada a MV, buscadla en la columna de blogs de la derecha) y el resto porque sí, porque hoy me ha dado la gana escribir algo. Porque soy tal como me muestro, a quien le parezca bien, adelante y a quien no, que se vaya a tomar por saco.

"Hay más personas en la tierra que estrellas en el firmamento"

A propósito, la segunda cita no aparece en ninguna película ni en ningún libro.

Las relaciones personales son como transacciones comerciales a pequeña escala: das cuando recibes algo a cambio. Si por algún motivo se descompensa la balanza y el reparto ya no es equitativo, la relación se ve a abocada al fracaso, a no ser que uno de los interesados modere la descompensación poniendo más de su parte. ¿Cuánto tiempo puede durar esto? Los escritos no nos dicen nada al respecto, pero está claro que no hay nada eterno y que dar sin recibir acaba agotando y desgastando.


¿Nene, dónde se habrán metido las mariposas?



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