martes, julio 22, 2008

Edad Prohibida

Y era verdad. Se diría que se le había paralizado el corazón. Que el aire no le llegaba a los pulmones. Había sentido un vacío en el cuerpo como si le hubiesen disparado un puñetazo en la boca del estómago.

...

Anastasio, tambaleándose, salió de la habitación y abrió la puerta de la calle. Echó a correr hacia los jardincillos del parque y se escondió tras los setos. No pudo seguir. Se detuvo y devolvió cuanto tenía en el estómago.

...

Anastasio no veía ni escuchaba a Enrique, ni a Celia y Adolfo, que acudían a ayudarle. Sólo veía dolorosamente a Leopoldo y a Maribel -antes de separarse de un salto- besándose. Ella entregada, vencida. Y aquella mano crispada como una garra sobre su blusa...


Torcuato Luca de Tena.




Recorrer a diario las mismas calles hace que te las tengas tan aprendidas de memoria que, en vez de ir fijándote por donde vas, la cabeza esté en cualquier otro sitio menos ahí.
Hoy pensaba en Anastasio, en Celia, en Enrique, pero sobre todo en Anastasio y aquel momento.


"De pronto todo se puso negro y se vino abajo, se pasó gran parte de la noche llorando e intentando recomponer los meses que llevaba allí. No había nada, ni delante ni detrás, aquella noticia borró todo de un plumazo. Intentó dormir. A las siete de la mañana estaba en pie, con los ojos hinchados y el mismo nudo en la garganta que la noche anterior, cogió la maleta y se dirigió a la estación. En el andén le contó por qué lloraba y que no sabía qué pasaría a la vuelta. El viaje se hizo eterno y maldijo una y mil veces todos los pasos que llevaba dados. Al llegar a aquella estación de nuevo y verlos aparecer al bajar del tren se derrumbó, no hicieron falta ni palabras.

- ¿Y ahora qué? - brotó de sus labios.

Pero nunca obtuvo respuesta."



1 comentario:

Unknown dijo...

Me gustó este libro, y el de los renglones también, aunque el autor me cae fatal :)